Pablo Moyano, cotitular de la CGT y número dos de Camioneros, abandonó casi todos los cargos ligados al gremio y sembró incertidumbre respecto de su continuidad a partir de septiembre, cuando habrá elecciones internas. Así lo reveló el miércoles el periodista Mariano Martin en Ámbito Financiero y advirtió que la decisión del número 2 de Camioneros «tiene impacto sobre la central obrera, adonde el hijo mayor de Hugo Moyano ostenta uno de los tres puestos máximos de conducción en nombre del sindicato y en caso de correrse de uno dejaría de tener sustento su permanencia en el otro».
Como fichas de dominó, el dirigente renunció en apenas semanas a sus posiciones como director en la aseguradora Caminos Protegidos y en la estructura de la Asociación de Camioneros Profesionales, una suerte de filial del sindicato orientada a la defensa gremial de los dueños de vehículos de carga. También, y más relevante, anunció su salida de la Obra Social de Choferes de Camiones (Oschoca), un pilar fundamental de la organización y la raíz del malestar de Pablo Moyano. Es que allí talla con fuerza Liliana Zulet, esposa de Hugo y madre de los responsables de la firma privada que controla la prestadora de salud.
El proceso de desvinculación había comenzado en diciembre de 2021 cuando se autoexcluyó de la renovación de la Federación de Camioneros, la entidad a nivel nacional que preside Hugo Moyano desde 1992 y que hasta ese momento tenía a su hijo mayor como secretario adjunto. De la red de entidades y emprendimientos del gremio, Pablo se quedó apenas con sus cargos en la Mutual de Camioneros y como adjunto en el sindicato Buenos Aires, el más poderoso y con mayor número de afiliados del país.
En el entorno del dirigente, así como en el sindicato y en las cámaras empresarias del transporte coinciden en atribuir el progresivo distanciamiento de Pablo Moyano a su mala relación con Zulet y con los hijos de la mujer que tienen espacios de decisión económica en el conglomerado Camioneros. La misma que ocasionó los mayores chispazos con su padre. El cotitular de la CGT le reprocha a la esposa de Hugo la aparente prosperidad de Iarai, la gerenciadora de Oschoca, como contracara de las dificultades financieras de la prestadora de salud.
De hecho, esta semana el líder del gremio acordó con las patronales Fadeeac, Faetyl y Catac un aporte extraordinario de $ 3.200 mensuales por cada trabajador comprendido en el convenio colectivo 40/89 con destino a la obra social a lo largo de un semestre. Así, con un padrón estimado de 220 mil choferes en todo el país, se calcula que el auxilio financiero oscilará los $ 700 millones mensuales o 4.200 millones de pesos entre mayo y octubre. La contribución, inédita en Camioneros pero frecuente en otros gremios como el de Comercio, desnuda los apremios económicos que atraviesa en los últimos años la prestadora.
Iarai, el origen del conflicto
Iarai, la gerenciadora de Oschoca, está a cargo de Valeria Salerno y Juan Manuel Noriega Zulet, los hijos de la esposa de Hugo Moyano. Las discrepancias cada vez más frecuentes y altisonantes entre ellos y Pablo determinaron el progresivo alejamiento del sindicalista de muchos espacios de decisión y una suerte de reclusión autoiimpuesta en su puesto en la CGT y como referente máximo del Frente Sindical por el Modelo Nacional. En Camioneros advierten, además, que está en dudas su participación en la renovación de autoridades del gremio de Capital Federal y Gran Buenos Aires, pautada para el 15 de septiembre y adonde Hugo ya avisó que irá por un nuevo mandato. Algunos miembros de su familia, en cambio, minimizan esa posibilidad aunque admiten el malestar.
En lo que va del año se hizo costumbre que Hugo y Pablo tuvieran agendas divergentes. Mientras el jefe familiar participó en el estrado principal del acto por el Día del Trabajador en Defensores de Belgrano, el 2 de mayo pasado, junto a los «gordos» de los grandes gremios de servicios, los «independientes» de vocación siempre oficialista y el grupo de Luis Barrionuevo, su heredero natural y titular de una de las tres secretarías generales en la central obrera se ausentó como muestra de enfado hacia sus pares.
Incluso Pablo se hizo promotor de una de las tres fracciones en las que están divididas las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas (el denominado «brazo político» del movimiento obrero) y en paralelo su padre comenzó a reunirse con los líderes de otra que le rivaliza y que de hecho mantuvo lazos hasta último momento con el gobierno de Mauricio Macri. La última foto diferenciada fue con Hugo y los sectores más tradicionales de la CGT como anfitriones del exsenador del PRO Esteban Bullrich para patrocinar su propia versión de un acuerdo social, con ausencia, claro, del todavía número 2 de Camioneros.
En caso de agravarse la crisis interna y si Pablo decidiera finalmente no participar de la renovación de autoridades en Camioneros pautada para septiembre, el gremio debería designar a un nuevo dirigente para reemplazarlo en el triunvirato de conducción de la CGT junto a Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (estaciones de servicio). Se trata de un escenario lejano y que en el gremio consideran todavía improbable, pero que está presente cada vez con más frecuencia en los análisis puertas adentro en vista de la distancia que se amplía a diario entre el dirigente y la estructura organizativa.